Ahora participamos en una nueva gran teoría, que una vez más ha captado el apoyo de políticos, científicos y celebridades de todo el mundo.
Una vez más, la teoría es promovida por las principales fundaciones.
Una vez más, la investigación corre a cargo prestigiosas universidades.
Una vez más, se aprueban leyes y se aplican con carácter de urgencia programas sociales en su nombre.
Una vez más, los críticos son pocos y reciben un mal trato
Una vez más, las medidas que se aplican tienen poca base en la realidad o la ciencia.
Una vez más, grupos con otras agendas se esconden tras un movimiento que parece tener elevadas miras.
Una vez más, la superioridad moral se utiliza como argumento para justificar acciones extremas.
Una vez más, el hecho de que algunas personas salgan perjudicadas es considerado un mal menor porque se afirma que una causa abstracta es más importante que cualquier consecuencia humana.
Una vez más, términos vagos como «sostenibilidad» y «justicia generacional» -términos sin una definición establecida- se emplean al servicio de una nueva crisis.
No sostengo que el calentamiento global sea lo mismo que la eugenesia. Pero las afinidades no son solo superficiales. Y sí afirmo que se está reprimiendo la discusión abierta y franca de los datos y de los resultados. Destacadas publicaciones científicas se han declarado con rotundidad a favor del calentamiento global, lo cual no es competencia suya. Dadas las circunstancias, cualquier científico escéptico comprenderá que lo más sensato es callarse sus opiniones.
Una prueba de esta represión es el hecho de que muchos de los críticos declarados del calentamiento del planeta son profesores jubilados. Estos ya no buscan becas, ni tienen que enfrentarse a colegas cuyas solicitudes de beca y cuya promoción académica puede verse en peligro a causa de sus críticas.
En la ciencia, los ancianos suelen equivocarse. Pero en la política, los ancianos son sabios, aconsejan cautela y al final tienen razón a menudo.
La historia pasada de la fe humana es un cuento con moraleja.
Hemos matado a miles de congéneres porque creíamos que habían firmado un pacto con el diablo y se habían convertido en brujos. Aún matamos más de mil personas al año por brujería. En mi opinión, solo hay una esperanza para que la humanidad salga de lo que Carl Sagan llamó «el mundo demonizado» de nuestro pasado. Esa esperanza es la ciencia.
Pero como dijo Alston Chase, «cuando la búsqueda de la verdad se confunde con la defensa política, la búsqueda del conocimiento se reduce a la búsqueda de poder». .
A ese peligro nos enfrentamos ahora. Y por eso la mezcla de ciencia y política es una mala combinación, con una mala historia. Debemos recordar la historia y asegurarnos de que lo que le presentamos al mundo como conocimiento es desinteresado y honesto.
miércoles, 5 de marzo de 2008
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